Hablábamos
hace unos días en la tertulia política sobre generaciones y generaciones
perdidas. Que si la Generación del 98, con su amargura, que si la del 27 con su
temprano fin a causa de la funesta Guerra Civil, que si la generación perdida
de después de la Guerra Civil, y finalmente la Generación X, aquella que nació
entre los finales de los 60 y el 80, no mucho más.
Mi amigo
Moisés que es cantabrón, a la par que cántabro, pasado por el salero de Cádiz
durante muchos años y residente en Málaga por vocación marital terció:
- Falta la nuestra…La Generación
de las alitas de pollo.
-¿Ein? Creo
que fue mi contestación.
- Si, la
generación de las alitas de pollo, es fácil, los nacidos entre los finales de
los 50 y los finales de los 60, o sea, nosotros.
-
¿Nosotros? ¿Alitas de pollo? Seguía yo enrocado en el ave de corral.
Entonces en un arranque de verborrea inusual en él empezó su
disertación:
Veamos, cuando nacimos nosotros,
más o menos, la política y la filosofía imperante era el respeto al padre. Ese
padre que traía a casa el jornal diario, semanal o mensual. Obedecido
jerárquicamente por la esposa e hijos. Y
como cabeza de familia, trabajador y a veces funcionario tenía tres votos en
los referéndums, que no elecciones, convocadas por el invicto Caudillo.
Ese mismo padre que a la hora de comer, por ser quien era,
tu querida madre le ponía el huevo si había y la pechuga del pollo famélico que
daba el poco sueldo que entraba en casa. Para la madre un muslo y si había
hermana mayor el otro para la niña que tiene que estar de buen ver para mejor
casar. Para los niños como nosotros se quedaban las alitas del pollo. En fin
que crecimos y nos fuimos. Estudiamos fuera de casa en otra provincia y
comíamos, ¿Qué? Alitas de pollo porque no daba el dinero para más. Corrimos
delante de los grises, ayudamos a que llegara la Democracia, con mayúsculas, en
el calabozo de comisaría cuando te detenían, alitas de pollo.
Conseguimos acabar la carrera, colocarnos, ganar dinero,
ennoviarnos, casarnos la mayoría de las veces y sobre todo ser padres. Ahora
nos toca pechuga. ¡Pues no!
Resulta que tanto luchar solo ha servido para que sigamos
comiendo alitas de pollo, tanta lucha solo ha traído que el niño sea más
importante que el padre en la casa, y si hay pechuga es para el niño. Los Derechos del niño que no tuvimos nosotros
y que nos permitieron sobrevivir a tantas cosas. Jugar en la calle, llenarnos
de barro, columpiarnos sin cinturones de seguridad, apedrearnos, no vacunarnos
nada más que de la viruela. Todo eso no nos ha servido de nada, amigo mío.
En cierto
modo Moisés tiene razón, hay más de una generación perdida, una de ellas la
nuestra. Esa generación de profesionales de mediana edad que ha sufrido ya más
crisis de las que puede aguantar nadie y que piensa como mínimo que el futuro
está fuera de España. Una generación que
piensa que es posible volver a cambiarlo todo, pero no para que todo siga igual
como quieren los políticos y seguir en el machito pase lo que pase, sino para
tirar para adelante, levantar el país, que no es en sí levantar el país, es
levantar tus proyectos y tus ideas, compartirlas, gestionarlas, ganar, sí ganar
dinero con ellas, y contribuir a que el país crezca. Se levante, la prima de
riesgo disminuya, haya capital circulante, se estabilice el crédito y todos y
cada uno tengamos acceso a los bienes generales para su aprovechamiento.
Esta
generación está pensando la mayoría de las veces encontrar trabajo fuera de
España, lo más lejos a ser posible y con las mejores oportunidades de ganar dinero. Un día lo hicieron nuestros
padres, abuelos, tíos o vecinos. En España entraban divisas y tuvimos Seat 600
a porrillo. Entramos en el club de países “ricos” teníamos casi de todo. Mucha
pasta circulante, mucho turismo, mucho piso a construir y mucha burbuja
inmobiliaria. Y en vez de ahorrar y guardar para pagar pensiones futuras se
repartió dinero para mantener status. Resumiendo, que explotó y otra vez al
principio.
Pero no, la cosa está tan mal que estamos como al principio:
-Nosotros
seguimos comiendo lo que sobra, las alitas del pollo.
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