Cuentan
en mi pueblo que un bruto labriego de la noche a la mañana con la venta de unas
tierras se convirtió en lo que llaman “un nuevo rico”. Trasladó su residencia a
la ciudad y, un día, el menor de sus hijos jugando en la calle dio un traspié y
se rompió una pierna. Llamaron al médico y éste después de observar al paciente
concluyó: Hay que ponerle escayola. A lo que el rico bruto contestó: De
escayola nada, ¡Mármol y del mejor! ¡Que se note que haiga!