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domingo, 22 de abril de 2012

El hombre que suicidó a Liberty Valance


          John Ford se presentaba a sí mismo diciendo: Hola me llamo John Ford y hago películas del Oeste. Libros por metros se han escrito de la filmografía de John Ford. Tuerto, Irlandés, anticomunista, simplista y magistral director. No voy a hacer una lista de relleno de sus títulos. Pero, hay uno a partir del cual todos los demás títulos de Westerns llevaban delante el adjetivo de crepuscular. A partir de “El hombre que mató a Liberty Valance” todo fue decadente. Nada volvió a ser lo mismo. Ni John Ford, ni  John Wayne, ni Jimmy Stewart.
            Tengo una mala costumbre, muy mala, aparte de la de pensar, me gusta jugar. Juego con mis hijos, a veces, también con mi mujer.  Es la Historia virtual. Una especie de qué hubiera pasado si…? 

sábado, 14 de abril de 2012

Generación Alitas de pollo


            Hablábamos hace unos días en la tertulia política sobre generaciones y generaciones perdidas. Que si la Generación del 98, con su amargura, que si la del 27 con su temprano fin a causa de la funesta Guerra Civil, que si la generación perdida de después de la Guerra Civil, y finalmente la Generación X, aquella que nació entre los finales de los 60 y el 80, no mucho más.
            Mi amigo Moisés que es cantabrón, a la par que cántabro, pasado por el salero de Cádiz durante muchos años y residente en Málaga por vocación marital terció:
- Falta la nuestra…La Generación de las alitas de pollo.
            -¿Ein? Creo que fue mi contestación.
            - Si, la generación de las alitas de pollo, es fácil, los nacidos entre los finales de los 50 y los finales de los 60, o sea, nosotros.
            - ¿Nosotros? ¿Alitas de pollo? Seguía yo enrocado en el ave de corral.

Ha vuelto el Maestro

      Nací y crecí en un barrio obrero. Un barrio donde los hermanos llevaban ordinales en los nombres. I, II, III. Como generaciones de pelotaris vascos, la gran salida de mi barrio era por la pequeña puerta del gimnasio, el Hércules. Todos los chicos malos del barrio se juntaban en sus proximidades para poder entrar a pillar un puesto de sparring por 15 pesetas el moratón. Yo perdí la nariz a los 13. Todo un récord.